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Brasil: Arde la Amazonía, ñande rekoha (nuestra morada)

Minerva Vitti
Prensa indígena

Una selva en agonía. Eso es la Amazonía brasileña. Su título "pulmón del planeta" de un momento a otro puede desaparecer. Ya no se puede beber de las aguas ni pescar. Hay veneno. Mamíferos, reptiles, aves. Todos están desapareciendo.

Constantemente las riquezas que conforman la Amazonía están amenazadas por el narcotráfico, las mafias, la militarización de comunidades y las fronteras, la explotación de sus recursos naturales y la biopiratería, práctica realizada por empresas de países ricos para elaborar remedios medicinales y cosméticos. Presiones y ataques. Pueblos indígenas tratando de salvar su identidad. Muertes por un trozo de tierra. Ya la Amazonía no es tan verde.

Los ribereños y marginados urbanos también habitan esta zona que es una realidad trasnacional que abarca Brasil, Bolivia, Ecuador, Perú, Colombia, Venezuela, Surinam y las Guayanas Inglesa y Francesa, nueve de los trece países que integran Suramérica. Desde 1998 el jesuita español Fernando López realiza su misión entre las aguas del río Amazonas y la espesura de la selva, forma parte del Equipo Itinerante.

Este equipo está formado por veinte personas y quince instituciones. Y trabaja en dos núcleos: "Trinidad", ubicado en Manaus; y "Tres fronteras", cuya base se encuentra en un área donde se cruzan las tres fronteras: Tabatinga (Brasil), Leticia (Colombia) y Santa Rosa (Perú). Los misioneros viven del mismo modo que las comunidades donde están los núcleos. Sus casas son palafitos.

Los objetivos específicos del Equipo son: conocer la vida cotidiana de las personas, contribuir con asesorías específicas y formación de las comunidades, fortalecer y tejer redes solidarias con instituciones y organizaciones no gubernamentales de la zona, estudiar y profundizar temas de interés del pueblo y de la región; registrar, sistematizar, devolver, divulgar y teorizar las experiencias, praxis y memoria de las comunidades y del Equipo.

Según López, "las fronteras políticas, construidas a partir del siglo XV en América Latina y en la Amazonía, han partido muchos pueblos indígenas. Las diferentes políticas públicas de cada país en relación a los indígenas, no ayudan a integrar y fortalecer estos pueblos; sí a dividirlos y fragilizarlos, muchas veces hasta el punto del exterminio".

En la Amazonía el valor de la tierra es fundamental para sus comunidades porque constituye el futuro. "Somos cuidadores del estado vital para que los hijos y los hijos de nuestros hijos puedan danzar en la tierra"; ésta es la lógica indígena.

Pero el sonido de las motosierras y los tractores poco a poco sustituye el purahei (canto) de los pájaros y reduce las tierras de los indígenas a pequeños islotes descubiertos. La Amazonía se está convirtiendo en sabana. Las vacas y los cultivos de caña tienen más importancia que la vida de estos aborígenes. El nuevo abono de la tierra: la sangre.

López relata que en septiembre, a pocos kilómetros de la frontera de Paraguay, en Mato Grosso do Sul, Brasil, "dos aldeas guaraní Kaiowa, Laranjeira Ñande Ru (14 de septiembre de 2009) y Apyka'i (18 de septiembre de 2009) fueron quemadas, las mujeres golpeadas y un hombre guaraní herido de bala (.) El pueblo guaraní fue violentado y sometido a vivir en toldos de plástico negro, entre los alambres de las haciendas y el asfalto de las carreteras".

López insiste en que es necesario buscar alternativas que resguarden estos recursos de la Amazonía, si no en poco tiempo nos quedaremos sin nada. Presiones y ataques. Muerte. Ya la selva brasilera no es tan verde. Y los indígenas se preguntan: "¿Será que Tupãna (Dios) se equivocó al crear nuestros pueblos de la Amazonía?".



Publicado: enero 2010

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